lunes, 23 de octubre de 2017

FIN DE LOS AUTORRETRATOS



Divaga.
En la mañana liberada, se dice en sus fueros personales
(en lo que se decía: el palacio de su imaginación),
(se) dice(se):
Mi arte
Por decirlo de algún modo.
Habla, se ve: en sus adentros.
Se imagina: se imagina a sí mismo diciendo: Mi arte, por decirlo de algún modo, no es un arte abstracto.
Dice: No es un “mundo” liberado del objeto.
Es anterior, en su pretensión, así, a las exploraciones seguidas por Picasso, Kandinsky y Malevich.
Es una expresión, en otras palabras: que busca en su trazo, antecederse al proyecto moderno.
Pretende ser anterior al siglo XX.
Yo busco…
dice mientras se acomoda en el sillón,
guarda silencio
cruza las piernas
tensa la curvatura lumbosacra, y retoma:
Yo busco una expresión mimética.
Guarda silencio.
Prosigue.
Pretendo reproducir el mundo tal como el mundo es.
Y aclara: Aunque esto sea una paradoja.
Y argumenta: pues el mundo nunca se presenta como tal.
Y enfatiza: es más: no existe algo llamado “mundo”.
Llega incluso a aseverar con las manos, con el brazo.
Irrumpir su acto imaginativo en la realidad cuando en su mundo simbólico aparece él: sentado en un sillón diciendo: Todo es una abstracción de quien percibe.
“Pobre Kant”, oyó decir, “cuando este pata lo piensa, debe darle soroche”.
Sentado en el umbral de la silla: el fonógrafo el momento en que el hombre mueve eso llamado púa y nace el círculo y la música.
Por eso mismo digo autoretrato, continúa diciéndose, desvaneciendo su mirada, remarcando en el prefijo, respiró levemente.
Lector de libros de teoría cinematográfica.
Parecía congelado, enorme, todo de piedra.
Prosiguió:
Mis cuadros, si pretendemos llamarlos así:
No son metáfora de un mundo desconocido.
Todo lo contrario.
No hay que confundirnos:
No pretenden sino una calidad de impresión paisajística
Una representación realista del carácter abstracto de la abstracción.



Lo cierto era que ya no era.
Que estuvo a punto, otra vez, de perder la ternura.
Pero no.
Entonces supo: como antaño con la escritura: que solo por una época en su vida le fue concedido el don de autorretratarse.
Solo en la invención y en el descubrimiento está el goce,
toda repetición lleva consigo una vocación de látigo, de cuenta, y de pérdida.

Vio sus trabajos, y recordó ese verso inefable:
“Estos muertos son míos”.



En el Perú, junio 2016.